Identidad, cuerpo, sexualidad y política en cuatro poetas lesbianas: Tatiana de la Tierra, Melissa Cardoza, Silvia Morán y Pat Sánchez.
Norma Mogrovejo
Quiero presentarles un recorrido por cuatro textos literarios publicados recientemente, en los cuales descubro estructuras desde dónde las poetas expresan su identidad lésbica. Las autoras, latinas de origen, muestran que la identidad no es una construcción homogénea, se alimenta de la diversidad cultural del entorno que las rodea y de sus historias personales. Elegí a Tatiana de la Tierra, colombiana, arraigada en Estados Unidos, con su último libro, “Para las duras”, presentado el año pasado en este mismo espacio, del que considero uno de los libros más ricos, reflexivos, cuestionadores, de la fenomenología lésbica. Así mismo, incluyo el recorrido “Ella es tristeza” de Silvia Morán y “Y esta danza de cuervos en mi estómago” de Pat Sánchez. La primera una joven defeña y la segunda, argentina aterrizada en la capital mexicana; ambos poemarios fueron por segunda vez, en 2003, editados por Omega, una editorial que promueve la legitimación del joven escritor, apoyando primeras publicaciones. Y todavía calientito están los “Textos zafados” de Melissa Cardoza, publicado por fem-e-libros en 2004. Melissa, activista hondureña avecinada también en la Ciudad de México.
Para las duras es definido por la propia autora como: una prosa poética reflexiva, no-ficción creativa, una colección de aforismos, un manifiesto, una construcción lesbiana, un anhelo o una fantasía poética del matriarcado. Y como advierte el título, es una fenomenología lesbiana, un análisis ontológico, múltiples definiciones del ser lesbiana. Surge como un trabajo del primer semestre de creación literaria en la Universidad de Texas en el Paso, lugar elegido por la autora para escribir en español. Zonas de la escritura de Dante Medina fue el pretexto para que Tatiana picoteara los conceptos literarios de Medina y los reemplazara por conceptos lésbicos.
Textos zafados de Melissa Cardoza, son poemas abiertos, sin preámbulos, comprometidos en diferentes causas, utopías esperanzadoras, la poesía misma, las mujeres desaparecidas, su raza, la lucha contra la globalización o la marca de la extranjería. Los textos zafados son frescos, juguetones, arriesgados, irónicos, corporeizados, sexualizados y también desgarrados por los estragos del amor.
Ella es tristeza y Y esta danza de cuervos en mi estómago son explosiones de sentimientos, espacios de intimidad, articulados por las sensaciones que el amor no solo insinúa, grita, evoca o desgarra.
Hablar de la identidad puede tornarse en un asunto sumamente complejo por lo que sólo pretendo reflexionar sobre ciertos elementos que a través de la poesía, las autoras confiesan: cómo se hacen lesbianas, cómo se viven, cómo se conceptúan a sí mismas y a “los otros”, cómo se construyen y reconstruyen.
Ser lesbiana, anticipamos es “la conciencia que una lesbiana tiene de ser ella misma y distinta a las demás”. La poesía lésbica nos permite escudriñar ese yo lésbico hasta en los rincones sumamente privados y relativos a la subjetividad; al mismo tiempo, al hacerse pública toma su lugar en un mundo de significados sociales y relaciones de poder. La poesía expresa las afirmaciones, defensas y cuestionamientos que hacen las lesbianas a su propia identidad. La lucha entre necesidad y posibilidad, imposición y decisión.
¿Cómo se construye la lesbiana a sí misma? ¿Cómo hace conciencia de sí? ¿Por qué y cómo se reconoce distinta a los demás? Preguntas similares encontramos en la fenomenología lésbica de Tatiana de la Tierra con respuestas sorprendentemente frescas:
¿Por qué son lesbianas? ¿Por qué navegan las nubes por el cielo y las soñadoras por la tierra? (Tierra)
Se es lesbiana porque sí, por puro gusto; así, exteriorizar la identidad lésbica significa declarar una pertenencia, y asumir una postura específica en relación con los códigos sexuales.
Algunas mujeres me gustan
El olor de sus cuerpos
las espirales del pensamiento
los tonos de sus voces (Melissa)
La identidad es el conjunto de repertorios culturales interiorizados (representaciones, valores, símbolos), a través de los cuales las lesbianas demarcan sus fronteras y se distinguen de los demás actores en una situación determinada, dentro de un espacio históricamente específico y socialmente estructurado. Así, al declarar a los cuatro vientos el amor por otra mujer, la lesbiana se posiciona y marca sus fronteras:
Que nadie sepa que levanté tu blusa,
que mordí tus pezones para que te hicieses volcán,
que exhalé tu aliento (Silvia)
La voluntad de distinguirse socialmente como lesbiana no es automática, se manifiesta a través de una reelaboración subjetiva y selectiva de algunos de sus elementos. No existe identidad en sí ni para sí, sino sólo en relación con el “alter”. La identidad es el resultado de un proceso de identificación en el seno de una situación relacional. La lesbiana sólo existe y se reconoce en y para su otra.
La que “es” pero no dice “soy” nada mas puede ser lo que es cuando está rodeada de otras que posiblemente tampoco dicen lo que son salvo cuando están entre ellas mismas. (Tierra)
No se puede ser lesbiana en todas partes. Ser lesbiana es una construcción social que se realiza al interior de marcos sociales que determinan la posición de los actores, orientan sus representaciones y actos. No todas dicen que son, el reconocimiento también depende de la seguridad que ofrezca su entorno. Por eso, hay quienes prefieren la clandestinidad:
Cuando la oscuridad
talla su filo y su forma,
nos internamos en ese sabor…
desnudarnos de vacío (Pat)
Que nadie sepa que escondo mi corazón en ti,
que llego para robarte todas las noches,
que levantamos gemidos hasta la luna
y nos llenamos de estrellas (Silvia)
La identidad es un objeto de disputa en las luchas sociales por la “clasificación legítima”, por ello no puede haber mayor libertad de elección que en la reivindicación propia.
Ser lesbiana es una elección, al tomar esta identificación se eliminan las otras formas posibles, la ausencia de estas otras formas es lo que le da forma a la lesbiana (Tierra)
Las identidades son decisiones adoptadas con libertad. La lesbiana es libre de elegir quién es, por ello, elige libremente a quién determina su “ser”:
Debo rondarla lentamente y enamorarla con el venenoso amor que derramo (Silvia)
Las lesbianas, por definición, son mujeres. Pero existen tremendas diferencias entre las mujeres y las lesbianas que jamás se encuentran dentro de un diccionario (Tierra)
De la Tierra nos alcanza una definición, las lesbianas se construyen ante la presencia de una “otra”, un vínculo relacional de confrontación que permite establecer las diferencias entre su ser lésbico y el de esa “otra”, la mujer. ¿No es entonces la lesbiana una mujer? ¿Se construye la lesbiana por oposición a esa “otra”? Dicho así, la autora reafirma lo expresado por Monique Wittig “las lesbianas no son mujeres” porque mujer es un concepto construido por los hombres y para ellos.
Desde otro lado, Melissa en un diálogo con su madre ausente, la revive en su cuerpo y en su sexo, así la “otra”, la madre, es mas bien, prolongación identitaria.
Me pregunto si sabrías que envuelta yo
en tu propia piel
ibas a renacer muchas veces
en los sexos de otras (Melissa)
Hay “mujeres” que son casi-lesbianas –lo sueñan, lo intentan, pero no son capaces (Tierra)
No todas las mujeres pueden ser lesbianas. Para ser lesbiana y estar orgullosa de ello, se necesita valentía, no hay nada peor que quedarse en el intento. La lesbiana hace un proceso de valoración mediante la diferenciación, comparación y distinción; por lo tanto, hay quienes tienden a valorar positivamente su identidad, estimular su autoestima, el orgullo de pertenencia, la solidaridad grupal, la voluntad de autonomía y la capacidad de resistencia contra elementos exteriores.
La lesbiana siente lo que es y cree suficientemente en lo que siente para serlo (Tierra)
Admito y sin embargo reniego
A ser sangre en Kabul
Rincón de prisión
Virus hambriento
Pesadilla de niña
Micrófono en la ONU (Melissa)
La identidad lésbica puede tener también una representación negativa, sea porque ha dejado de proporcionar ventajas y gratificaciones, sea porque ha introyectado estereotipos y estigmas que le atribuyen los otros, lo que genera insatisfacción y crisis.
No desea borrar sus temores ni su lejana mirada,
se enamora a gritos en constantes sollozos,
se reconoce en un espejo y llora y llora (Silvia)
En circunstancias como las descritas, la lesbiana puede ocultar su identidad para escapar a la discriminación, el exilio o la masacre pero seguirá secretamente siendo fiel a su ser lesbiano. De tal modo que su identidad se caracteriza por la plasticidad, la capacidad de variación, pues aparece como un medio para alcanzar un fin. La estrategia permite un margen de maniobra en función de la coyuntura, así, ellas, usan sus recursos identitarios.
Por ello, la manifestación, la reivindicación abierta del ser, el dar la cara, no sólo es una estrategia, también presupone un fin: “el grupo práctico, ignorado, negado o reprimido se torna visible y manifiesto para los demás grupos y para sí mismo, y revela su existencia en tanto que grupo conocido y reconocido” –dice Gilberto Giménez-. Según describen las autoras, ser lesbiana es un acto político, una subversión ante el poder masculino:
En el fondo, ser lesbiana es un cambio de mano del poder, es cierto que el poder siempre nos pertenece, pero muchas veces se le permite a otros manejarlo. La lesbiana reclama su poder (Tierra)
Ser lesbiana puede ser también una postura política:
Cipota, sentate bien
Que te vas a quedar torcida
Decía mi abuela desde el trono de su máquina de
Coser
Ciertamente, lo mío es una cuestión de postura (Melissa)
La lesbiana deja marca en su recorrido y con ello reimprime lo político de “ser” lesbiana. Quién la reconozca, difícilmente se olvidará de ella.
En tus sábanas, en tu sangre mojada de deseo, en las gotas de tus lágrimas
Me reconozco. (Silvia)
La lesbiana deja la huella de su pie sobre las caras de la gente (Tierra)
Se es política con la convicción y con el cuerpo:
Mi política se levanta con mi cuerpo
y en el trago del café tempranero
sabe conmigo
que sabe lo necesario y sin embargo
no basta para aprenderlo
Se es activista también con la vida propia, vehemente en expresar lo que se siente:
Mirame y decime
de una maldita vez,
de una vez por todas,
donde mierda meto
todo lo que me hace estallar el pecho
a la hora de besarte
o recostarte sobre la almohada
para decirte
nada (Pat)
Elegir a otra mujer como sujeto amoroso no implica sólo una preferencia sexual, es una decisión política que pone en riesgo la estabilidad patriarcal y el orden heterocentrado en que ésta se sostiene. La lesbiana toma poder:
Subo al autobús con el olor de su sexo
Ellos se dan cuenta, se pegan a mí.
Algunas me ven con temor (Melissa)
Ser lesbiana es un compromiso diario, no se puede olvidar ni por un día que se es. Cuando la lesbiana expresa “ser” y “creer”, lo hace con una intensidad que significa identidad con aquella que tiene un punto de igualdad, sea el ser mujer, sea la propia no heterosujeción:
El día que te mataron, Isela
Estrenaba yo, amante y país
Tenía los ojos recién lavados con agua tierna
El mundo venía a mí como recién salida del horno
Y los gestos diarios de la vida tenían formas que
Nunca había visto
Suspiraba yo de gusto en una cama con olor a
Mujeres
Mientras a vos te cortaban el cuerpo
Allá lejos, en el norte (Melissa)
La voluntad de cambio comienza en el cuerpo, no en la mente. Mi política está en mi cuerpo, creciendo y expandiéndose con cada acto de resistencia y con cada uno de mis errores, escribía Adrianne Rich, quién, desde su poesía luchaba por liberarse de un lenguaje colonizador que divide la mente del cuerpo, así pues, afirmaba, el cuerpo es un recurso y no un destino. En la misma lógica, Monique Wittig aseveraba que el cuerpo lesbiano es aquel que se resiste a las sobredeterminaciones, un cuerpo que demuestra la posibilidad de acceder al poder de su propia representación al margen de los usos, los términos y los discursos establecidos; un cuerpo radicalmente no recuperable por una economía política libidinal de orden falócrata, pero cómplice con cualquier resistencia frente a ese orden.
El cuerpo es el sitio o la ubicación de la construcción del sujeto en relación con otros sujetos. Reinventar el lenguaje implica reinventar el cuerpo y de esta manera las relaciones que se establecen cuerpo a cuerpo. Por ello, las lesbianas escriben sobre su cuerpo de mujer lesbiana, residencia identitaria, sistema complejo, centro generador de energías, espacio de sensaciones y embarcación para la creatividad:
El cuerpo amado
es una hoja de papel
en blanco
para morder
para cortar
para quemar
y destrozar
o para escribir una historia (Pat)
El cuerpo no expresa ninguna verdad fundamental, excepto sus sentidos. La biología no es destino, por ello, el cuerpo lesbiano es un atrevimiento, una irreverencia, una ofrenda, conjura secretos y mágicas expresiones, invoca poderes y atrevimientos:
Menstruo
Gano vida
en la sangre que pierdo
y las palabras que rojas pronuncia mi sexo
susurra un antiguo cuento
que a veces por esta fortuna de estar con vos
narra a dúo (Melissa)
El cuerpo es también vehículo de liberación, de placer:
Alguna escritura debió haber dicho:
Amar al cuerpo
alimentarlo en su medida necesaria
nutrirlo con sabores y amores
para que crezca alzado al mundo
dispuesto a la vida (Melissa)
Todo lo que tenga que ver con el cuerpo lesbiano debe ser explorado, y reinterpretado por las lesbianas. Escribir sobre el cuerpo lesbiano ha significado liberar una imagen propia que ha sido silenciada hasta ahora. El cuerpo lesbiano es un cuerpo gozoso de cada una de sus zonas, sobre todo de su sexualidad.
La sexualidad implica una territorialización del cuerpo, es un proceso continuo sobre el cual actuamos y en el que a la vez somos actoras, objetos y agentes del cambio. Desde lo más íntimo de su identidad, la lesbiana reivindica su placer sexual y disfruta su cuerpo lesbiano:
Con la lengua se hace: una bandeja entrepiernas, un jalón de cuerpo y alma, trueno relámpago en la base de la garganta, un manjar privado, orgasmos múltiples, silencio como ojo de huracán, una orquesta sinfónica lesbiana (Tierra)
Sí, yo danzo este amor como una llama encendida
penetrándote (Silvia)
Aunque no hay reglas de cómo las lesbianas aman, Tatiana nos da instrucciones para picotear a una lesbiana devorada, cosa que no caería mal practicar.
Pasearse libremente por una lesbiana ya devorada. Liberarse de la linealidad que le impone la razón al deseo, intuir las exigencias de la vagina (Tierra)
Si el cuerpo, la sexualidad y la identidad lesbiana son resignificaciones que ellas hacen diariamente, la creatividad es el único camino a desarrollar porque no hay escuelas para ser “buenas o pérfidas lesbianas”, en ese sentido:
Las lesbianas somos un arte. En algún momento somos las que aparentamos ser –estudiantes, anarquistas, amas de casa, poetas- y en otro somos un reinvento que no tiene nada que ver con lo que éramos, nos hacemos mecánicas, paganas, bibliotecarias, lesbianas.
…Para el arte lesbiano no se requieren pinturas ni pinceles ni marcos ni telas. La ruptura con identidades que parecían eternas es suficiente para mariposear. Con re-nombrar lo que fue y será, se acaba con lo que era y hubiera sido. (Tierra)
Si las lesbianas somos un arte, una huella que marca ruptura en el deber ser, para Melissa:
Poésica
Es un puro gusto
Y una impurísima terquedad (Melissa)
Y es el arte que permite estas confesiones, rarezas sublimes:
La inestable burbuja de la certeza
y toda su melodía
se suman
al inquieto designio del amor,
rareza sublime
inconstante y sinuosa (Pat)
Y si después de este recorrido, alguna de ustedes se entusiasma en ser albañila o maestra de su propia construcción, sólo debe pasar un rito y obtener la dicha eterna:
La ceremonia de iniciación al lesbianismo es un matrimonio con una misma. Se camina sola hacia el altar, vestida con traje de la piel (Tierra).
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Norma Mogrovejo es la autora de Un amor que se atrevió a decir su nombre: la lucha de las lesbianas y su relación con los movimientos homosexual y feminista de América Latina (México, DF: Plaza y Valdés, 2000) y Lestimonios: Voces de mujeres lesbianas, 1950-2000 (México, DF: Plaza y Valdés, 2001).