Puro atrevimiento lésbico

tatiana de la tierraJosé Carvajal
Uno de los ültimos libros que recibí por correo en 2002 fue el poemario Para las duras:  Una fenomenología lesbiana, de la colombiana Tatiana de la Tierra. Publicado por Calaca Press de San Diego California, el libro, por el tema que trata, podria considerarse un atrevimiento que será mucho más dificil de comercializar en el mercado hispano que en el anglo. Quizá eso justifica que la edición sea bilingüe, a dos caras, distanciadas a una vuelta de 180 grados una de la otra.

El libro tiene todas las características propias del material para el mainstream, es decir, lo que se vende en el mercado norteamericano; con el mismo diseño gráfico en cada portada, salvo el título que en inglés fue traducido como For the Hard Ones:  A Lesbian Phenomenology.

Pero lo que me lleva a escribir acerca de este poemario no son sus características gráficas ni el tema que encierran sus páginas, sino el encuentro con una creatividad poética ingeniosa y el hecho de haber conocido la autora en persona poco antes de que lanzara el libro. No fue una casualidad, pues Tatiana y yo nos habíamos citado previamente para vernos en la cafetería de una librería Barnes & Noble de Miami, lugar que suelo frecuentar cuando algo me dice que el diálogo puede prolongarse más de lo que permiten los restaurantes sin un consumo mayúsculo.

Aquella misma tarde Tatiana de la Tierra se desnudó ante mí. Me dijo sin tapujos que era una lesbiana empedernida, y hasta me insinuó de lo que sería capaz con tal de lograr el amor de una mujer. La escuché un poco atenuado por la sorpresa que provoca toda confesión repentina, y aprobé con cierta morbosidad todo lo que me decía mientras me preguntaba a mí mismo el por qué me contaba esas cosas tan íntimas que involucraban sin duda a otras mujeres anónimas con las que ella había compartido esos momento fenomenológicos de su vida secreta.

Ahora muchas respuestas de lo que no me atreví a preguntarle en aquel primer y único encuentro que tuvimos en Miami –nos vimos por segunda vez durante la Feria del Libro de Guadalajara —, las hallo en los poemas de su libro Para las duras. Un ejemplo de lo que digo es la nota autobiográfica de la autora, que después de acotar lugar y fecha de nacimiento, como acostumbra la formalidad de la industria editorial, comienza a describirse a sí misma de la siguiente manera:

Era dulce, tierna, obediente y amorosa.

Emigró a Mayami, Florida, en 1968.

Se emputó para siempre.
Se volvió roquera y marihuanera.

(…)

Se enamoró de una mujer salvaje.
Se convirtió en una mujer salvaje.

(…)

Se convirtió en una lesbiana odia-hombres.
Se hizo masajista.
Se hizo prestamista.
Se  hizo gitana.
Se hizo una femme con botas de combate.
Se hizo editora.
Se hizo activista.
Se hizo salsera.
Se hizo hedonista.
Se hizo escritora.
Se hizo pobre.

Se hizo ciudadana de los Estados Unidos en 1995.

(…)

Se hizo profesora.
Se hizo escritora con credenciales.
Se hizo pornógrafa.

(…)

Se hizo bibliotecaria.

Y la moral de este cuento es:  una niña emputada se hace lo que le da la gana. [p. 69]

Quizá estos versos, algunos obviamente más libertinos que otros, no alcanzan a exponer la poética lésbica de este libro maravilloso de 22 poemas eróticos que no copio en su totalidad por falta de espacio y por respeto a la ley que prohibe la reproducción de material intelectual sin la debida autorización.

Los poemas no aparecen solos; están coronados con un texto en prosa titulado “Sobre historia fenomenológica”, y en el cual Tatiana de la Tierra se confiesa una vez más y habla del proceso de gestación de su libro:

“Escribí Para las duras con mucho cuidado, consultando diccionarios y correctores de pruebas con más frecuencia de lo usual. Pero me encantó hacerlo. Gocé del juego y de la ciencia de mi experimento. Y logré viajar en mi mente al paraíso lésbico que llevo dentro. Recordé la primera mujer que me encantó. Estaba parada en un pasillo en el segundo piso del Departamento de Música en Miami-Dade Community College. Fumaba. Al verla me detuve en frente de ella y la miré mientras que me echaba humo mentolado en la cara. Tenía chispa. Llegó a ser la primera mujer que amé. Ella y todas las mujeres fantásticas de mi vida me acompañaron mientras escribí este libro”. [pag. 60]

Para mí la lectura de Para las duras ha sido igualmente un goce infinito que compartí primero con amigos cercanos, y ahora con ustedes, lectores y lectoras de todos los estratos sexuales.

–José Carvajal, Miami. Publicado en Librusa http://www.librusa.com 28 de diciembre de 2002.